viernes, 9 de enero de 2015

Mi primera acampada chispas. Año nuevo en Wilsons Prom

Resulta que tengo un blog. Eso me han recordado recientemente y sí, sigue aquí. miratupordonde. Así que nada, ya que estoy voy a contaros como he empezado el año aquí boca abajo. Voy a contaros mi primera experiencia camping. Y no hablo de ir de camping como quien se va a Lloret a tajarse de noche y a morir en la tienda de día…no, hablo de acampar en condiciones, en medio de la nada y cargando con la tienda cual caracol con la casa a cuestas.

Para poneros un poco en situación, aquí el irse de acampada así “into the wild” está a la orden del día. La verdad es que Australia es un país que lo pone muy fácil. No solo por la enorme cantidad de reservas naturales que hay sino porque en todas ellas hay zonas reservadas para acampar. Puede entrar “ilegalmente” en las reservas y plantar la tienda en los sitios de acampada, pero es más que recomendable registrarse en la reserva y decir qué ruta vas a hacer y qué día tienes previsto terminarla. Por la noche recuentan los coches del parquing y si el tuyo no tendría que estar allí y aun está, mandan a los geos australianos a buscarte (que no sería para nada terrible si no fuera porque el rescate te lo cobran). Pueden parecer medidas exageradas, pero estamos en un país lleno de simpáticos bichitos como serpientes o arañas que pueden matarte así en un pis pas. Así que pagamos la entrada a la reserva natural. ya te digo que la pagamos.

Como os digo, yo no había acampado nunca, así de verdad. Y cada vez que decía eso, la gente me miraba en modo ojiplático y me hacían sentir la urbanita más acérrima de la historia, así que en cuanto supe que iba a tener vacaciones para Navidad, llamé a mi amiga M. para que organizara una acampada al más estilo Aussie. Al día siguiente estaba todo organizado. Que eficientes que son los fraceses, leche.

El día 1 de enero, con nuestra resaca encima y mucha moral nos fuimos a Wilsons Promontori.  Ese día no acampamos, disfrutamos de nuestra última cena de comida de verdad (entre otras cosas, pescado que nos había dado un pescador en la playa porque a él “le gustaba pesacarlos pero no comérselos”) y nuestra última noche en un colchón en Sandy Point, donde viven unos amigos de la familia de M. que resulta que de vez en cuando tienen koalas en los árboles del jardín. tuvimos la buena suerte de ver a uno y de hacerle más fotos que ni al Beckham en sus años mozos, pero esa ya es otra historia, que me voy por las ramas como de costumbre.

El koala del jardín. ofreciéndonos su mejor perfil. 


el pescador que no come peces y nosotras con los peces en cuestión. ahí aun eran todo risas. aun teníamos comida.


El día 2, a las 5:30 de la mañana en pie, que ya es de día y los canguros nos esperan. Para quien no lo sepa, la mayoría de animales aquí en Australia son de vida nocturna, vamos, un poco como yo, y  la mejor hora para verlos es el amanecer, porque luego se va cada mochuelo a su olivo y no hay ni rastro de ellos en todo el día. Por eso lo de levantarnos a las 5:30. sino de qué! Tengo que admitir que mereció la pena. Y para que a mí me merezca la pena semejante madrugón, creerme, merece la pena. Es precioso ver toda la colina salpicada de canguros bajo la primera luz de la mañana, un momento mágico.

kanguros al amanecer
Después de los canguros, empezaba la aventura. Dejamos el coche en el parking, nos cargamos los 12 kg de mochila a la espalda y a darlo todo. Durante tres días, recorrimos los bosques de helechos y las playas de arena blanca mientras intentábamos avistar el mayor numero de animales posible. Yo iba con especial atención para intentar ver algún Wombat, que aun no había visto ninguno salvaje. Pues bien, el recuento quedó así: 1 koala, incontables kanguros, 5 wallabies, 1 serpiente, 1 araña (enorme y con pelos, muy muy fea. las de tamaño estándar no cuentan como arañas aquí), muchos lagartosbrillantesmuybonitos, 1 foca, muchísimos loros y cacatúas de un montón de colores, varios hombres desnudos (eran surfistas y no estaban técnicamente desnudos, pero los metimos en la lista igual), 2 emús,  infinitas “sunflies” (unas moscas de aquí que son del tamaño de un abejorro de los gordos y muerden, las muy simpáticas), 1 escorpión, 1 manta raya. Y ningún wombat. Ningún maldito wombat. A mí no me engañan más, los wombats no existen, son los padres. Llegamos a la conclusión de que hacía tanto calor que los pobre estaban en sus madrigueras con el aire acondicionado a tope y que solo salían por la noche a hacer caca. Porque caca que wombat sí vimos. O eso nos hizo creer, M., alias Master of the poos (de las cacas, vamos). 
algunas de las playas...y las fotos no hacen justicia a la realidad!

Es lo que pasa cuando a alguien se le ocurre ir a hacer treking en plena ola de calor, que no ve animales porque 1) están escondidos, y 2) hace tanto calor que no ve nada y punto. 42ºC. con la mochila a la espalda. bebiendo agua caliente amarilla (el agua que llevamos nos la acabamos el primer día y desde el segundo solo bebíamos agua de río que potabilizábamos con unas pastillas que la dejaban más amarilla de lo que ya estaba). comiendo comida de astronautas. carne cuadrada. poca broma, alta tecnología de la NASA adaptada al campista de a pie. Suena mal, eh? pues sabe peor. Pero con el hambre que teníamos, nos podíamos haber comido unos a otros como los de viven si hubiera hecho falta. Yo le puse mucha sal para tapar el sabor y me la comí. Ah, vaya. que la sal da sed. lo tenía que haber pensado antes. que rica está el agua amarilla. 
nuestra comida. la bolsa de "nuts" acabó siento un amasijo de chocolate deshecho y furos secos blandos.
Carne cuadrada, para que veáis que no miento.

A parte de la comida y la bebida, lo que tiene miga de acampar es lo de dormir en el suelo, porque yo técnicamente dormí en el suelo. Mis compañeros de aventura, campistas profesionales ellos, iban preparados con unas colchonetas también alta tecnología de la NASA (lo que está haciendo la NASA por el mundo de la acampada, oye) que se hinchaban solas y encima servían de aislante térmico. Yo llevaba una colchoneta de las de hacer yoga en el parque. vamos, que dormí en el suelo. Pero bueno, la colchoneta fue lo de menos. Si no pegué ojo fue porque, a parte del calor asfixiante, la primera noche tuvimos vientos de 40km/h que no se llevaron la tienda únicamente porque dormíamos dentro 4 personas y hacíamos contrapeso, y la segunda tuvimos tormenta. De las de verdad. Con sus rayos, sus truenos y su lluvia torrencial. y yo ahí dentro. con los ojos como un búho, escuchando miles de ruidos de la selva que no podía ni quería identificar y viendo como los otros dormían a pierna suelta sobre sus colchonetas chupiguais con sus tapones de los oídos. Nadie me dijo que me llevara tapones de los oídos. hubiera sido un detalle.

Pero aunque parezca que fue una experiencia traumática, nada más lejos. Me ha encantado. Han sido tres días de desconexión absoluta,  en un escenario increíble y con la mejor compañía. Eso sí, si algo tengo claro es que más de tres días no me voy de acampada. No sabeis cómo eché de menos el zumo de naranja,  una ducha e ir al baño sin miedo a morir por una picadura de araña. por ese orden.


Repetiré. pero antes consultaré el tiempo que va a hacer y me llevaré tapones para los oídos. 
Y zumo de naranja.